DOSCIENTOS SESENTA Y OCHO DIAS

  

  Justo hace un año hice una entrada que titulé cuatrocientos cincuenta y siete días. Eran los transcurridos desde que se apagaron las luces de GH14 y se encendieron las de la última edición. Hoy vuelvo a repetir clásico. Doscientos sesenta y ocho días habrán transcurrido desde que Paula pisó por última vez la casa hasta que de nuevo se enciendan las luces de esta nueva edición. Gran Hermano 16.

  Se acabaron las zetas. Casi me pilla de sorpresa. Hace unos meses alguien me preguntaba que cuando creía que iba a empezar la nueva edición, en Septiembre recuerdo que dije. No es que uno sea adivino ni nada de eso, es que era previsible. Desgraciadamente la cadena propietaria de los derechos del programa es así de previsible. Tiempo habrá seguro de ir rompiendo eslabones entre lo que nos importa y lo que no, pero ahora es tiempo de esperar a lo que verdaderamente nos importa.

  Que se enciendan de nuevo las luces de la casa de Guadalix.

  Que el primer concursante entre y se quede boquiabierto, que empiece a lanzar por su boca loas al viento del tipo “qué pasada” “que guay” “que bonito” etc. etc. Luego irán entrando otros, y pronto los iremos viendo a todos intentando quedar bien y parecer interesantes, hacer los primeros planes, eligiendo camas o simplemente preguntando de donde son. Es toda una liturgia a la que nosotros asistiremos desde nuestra casa memorizando un poco los nombres y preparando las primeras impresiones. Aún es pronto, diremos al día siguiente y nos lanzaremos a tumba abierta a intentar captar todos esos detalles que a primera vista ya nos pudiera ir posicionando. Primero rechazamos, los que nos caen mal siempre son los primeros en que nos solemos fijar, a los otros los dejamos en modo espera para observarlos mejor. Es todo un ritual.

   Me tiemblan los dedos y apenas sé que decir, he estado alejado de muchas cosas pero sobre todo de esa cadena especialista en realitys y sus realitys. Desintoxicación. El yonquismo no existe para mí, pero soy fiel seguidor de Gran Hermano en el más puro sentido de la palabra, muchos me entenderéis, sin edulcorantes ni colorantes. Luego vendrá todo lo demás, y ya iremos añadiendo o desgranando cosas.

  En todo Gran Hermano que se precie son necesarios varios elementos, uno de ellos es el gran ojo que representamos. El encierro, las relaciones entre los concursantes, el aislamiento o las diferentes posturas que cada uno tome sólo son efectos colaterales de esa esencia que significa el observarles. Siempre sostuve que en cada edición habían dos grandes hermanos, el año pasado añadí un tercero viendo el cariz de los acontecimientos durante los últimos años. Los de dentro, los de fuera y los de arriba. Cada uno de nosotros representamos a cada uno de ellos, y entre todos configuraremos el resultado. Nosotros, los de fuera, nos quedamos con los de dentro. Serán los que nos muevan y por ellos seguimos estando aquí.

  Nada digo pues nada puedo decir, no sé lo que pasará, andando se hacen los caminos. Dieciséis años son muchos para seguir hablando de experimentos sociológicos o televisivos, para seguir hablando de entretenimiento o simplemente de negocios. Algo me dice que por encima de todo eso en Gran Hermano siempre ha habido, hay y habrá algo más.

¿Lo buscamos?