EL SOSO Y LA NIÑA

   Hablábamos ayer del culebrón Gran Hermano, ese que te va dejando las secuencias a medias para tener algo que llevarte a la boca al día siguiente, de irrealidades y de realidades, de esa dimensión conocida en que se ha transformado el concurso. Hoy vamos a hablar de esa contradicción en que está sumido el programa. La actualidad ayer pasaba por haber sido una jornada repleta de comentarios, cotilleos y confección de trajes, un día fantástico para el espectador de Gran Hermano, ya imagino la cara de alguno al leer. Mi análisis no pasa por destripar comentarios absurdos de instituto, cotilleos entre bambalinas o ver quién hace el traje más grande o hacia quién. Creo que no estamos en la misma sintonía. No es que no ocurra, doy fe que ocurre, la diferencia podría estar en la importancia que se le quiera dar.

 Analizar el comportamiento de las personas, en este caso los concursantes, no debería ser un dictado de sus palabras o de sus gestos personales, ya hemos hablado que si queremos cambiar la dimensión debemos huir de lo superfluo y de lo anecdótico que no sirve absolutamente para nada salvo para “entretenernos”, entendiendo este estado de entretenimiento como “al menos pasa algo”, que es como decir “mira, si por lo menos hablan...”, que tanto nos recuerdan esas coletillas de la infancia al recibir el primer juguete “ pero si anda” refiriéndose al coche, “si se mueve” cuando te dan una muñeca. Ese es el nivel al que hemos llegado. No he visto en lo que llevamos de edición una conversación lógica o medianamente inteligente entre dos concursantes que no pase por repeticiones arcaicas sin apenas carga de profundidad. Ha cambiado parece el escenario, y aquella “magnificación” que siempre ocurría en la casa se ha trasladado a este lado del muro, una discusión de patio de colegio ha dejado de ser una mera infantilidad para convertirla en el evangelio y elevarla a editorial del día.

  Meri y Alan discuten, ella le llama “soso” y él la llama “niña”, se enfadan, dejan de hablarse y a continuación va Meri por toda la casa a contárselo a todo el mundo. “Mira lo que ha pasado...” “¿Sabes lo que me ha dicho?”. El titular en esta nueva dimensión conocida sería algo así como “adiós a una nueva carpeta” “Hundimiento del amor entre Alain y Meri”. Ya podríamos establecer debate sobre la ruptura, sus causas y sus consecuencias y el efecto que tal discusión podría tener en la convivencia de todos. “La casa se hunde” sería una buena magnificación de lo sucedido a tenor de la repercusión mediática que ha tenido.

  No nos engañemos, posiblemente esta noche tengamos una secuencia de videos editados que nos hablarán durante varios minutos y en pleno prime time de lo ocurrido, seguramente habrán opiniones de los colaboradores posicionándose ante uno u otra y posiblemente algunos hasta pedirán nominación por lo sucedido. Eso si no nos encontramos con alguna sorpresa tipo “Alain se consuela con Rebeca tras su ruptura con Meri”... o algo así. Porque la gravedad de la situación no es que se hayan llamado “soso” o “eres una niña”, la ruptura de una invisible carpeta podría aportar titulares de boca del presentador y demás adláteres como “La casa más caliente que nunca” “La casa a punto de estallar” o del tipo “Terremoto en la casa...”, acompañados de una ristra de situaciones donde poder deleitarnos con la recurrente verborrea incesante y acelerada de Meritxell. Retroalimentarse o elevar a dogma una situación absurda.

  Sirva el ejemplo para todo lo que huela a carpeta durante la pesente edición. Es un recurso que se está utilizando este año y que bien podríamos a aplicar a cualquiera de los dúos con que nos están vendiendo la burra de la carpeta fácil. Creo sinceramente que se les está yendo de las manos el tema en esta edición. O los recursos con que cuentan son muy simples o a alguien se les ha fundido las ideas. A ver si al final, después de tanta matraca va a resultar que los únicos recursos que van a tener que soportar la presente edición van a ser los clásicos de toda la vida desde que Gran Hermano es Gran Hermano, las liturgias de la propia esencia del concurso, las rivalidades, las nominaciones y las expulsiones. Estaría bueno que superado el cisma de las carpetas todo se redujese a un enfrentamiento entre toda la casa contra Adara y Bárbara, dejando el resto como puro y simple relleno.

 Para ello debiéramos trasladarnos de dimensión y taparnos los ojos, fundirnos a negro con los simulacros de telenovela que nos intentan vender y concentrar todos nuestros esfuerzos en salvaguardar la esencia misma del concurso. Y mientras tanto qué hacemos, pensará más de uno. No lo sé. Caer en sus redes solo les sirve de justificación, hablar de “hamor” cuando no hay amor o magnificar extrañas absurdeces solo les sirve a ellos de carnaza para seguir sobreviviendo. El relato de la convivencia puede ofrecerse de dos maneras distintas, con la verdad o con la mentira. Si apelamos a la verdad el argumentario carpeteril tenderá a diluirse por propia inercia, si ahondamos en la mentira elevaremos a ciertos concursantes a un pedestal protagonista que en ningún modo se corresponde con la realidad.

 Pensar que personajes como Rodri, Pol o Fernando estén protagonizando el concurso por sus no carpetas sirviéndose al mismo tiempo de ellas es darle una ventaja inmerecida que está sucediendo. Gana el postureo y pierde la autenticidad. Este nuevo formato punto dos en que han convertido el concurso tiene grietas y bastante gruesas, quizás haga falta incidir un poco en ellas para que podamos volver a esa dimensión desconocida de la verdadera realidad.