BRONCAS Y CARPETAS

   Nadie de los que seguimos esto nos hemos cuestionado jamás el formato, seguimos por él. No es culpa de la genial idea que un día nos enamoró el que una edición pite o no. El año pasado sin ir más lejos, una edición a priori bastante floja al final terminó por convertirse hasta en interesante. Y no es porque las tramas que al final hubieron nos enganchasen más o menos, o las propuestas de la organización como señuelo nos sedujesen más o menos. Simplemente, es que los concursantes eran más interesantes. Mucho más complejos. Eso dió lugar a un multidebate que sin darnos cuenta nos metió de lleno en el propio juego. Su propia complejidad nos invitó a hacerlo y participar.

  Yo creo que el problema que estamos teniendo en esta edición es ese. Los concursantes no son nada interesantes, y no me refiero cuando digo concursantes a la persona física en sí, sino a lo que nos trasladan a nosotros. Aritz por poner un ejemplo pudo ser un payaso o un bicho raro, su concurso pudo ser comprado por el espectador o no, pero generó mucho debate a raíz de las propias dudas, así pasó igualmente con Han, o con Sofía, o con Suso. El tema no estaba en ellos en sí, sino en lo que representaban y arrastraban.

  No se puede contabilizar el protagonismo que se está dando en esta edición a un personaje como Pol, por activa o por pasiva, como actor necesario por su trama carpetera con Adara, por su extravagante carta de presentación o por su propio juego, no lo sé, lo que sí sé es que por muchas horas de cámara que nos metan, no dejará de asombrarnos su simpleza. Puedo entender que sea un complemento necesario por el tema Adara que seguramente sea mucho más compleja y atractiva como personaje, o como parte del engranaje de la única trama realmente interesante en este momento que es esa “mayoría absoluta” del grupo mayoritario y sus movimientos, pero en realidad y si lo pensamos friamente ni genera ningún debate ni existe el más mínimo atisbo de que pudiera sorprendernos por alguna causa, ni tan siquiera posicionándose en contra de la que era su propia compañera hasta hacía unas horas. Es un concursante tan plano y tan poco interesante que ni nos inmutamos cuando lleva a cabo alguna reacción tan poco usual. Y es que no hay peor tarjeta de presentación que ser unánime en todo para todo tipo de espectador.

 La culpa no es suya, por supuesto, puesto que hay otros concursantes. Pero insisto en el ejemplo de los concursantes. Por mucho foco que se le ponga encima de la cabeza a un concursante, por mucha importancia que se le otorgue en cualquier trama, si no hay buena madera jamás se podrá construir un buen barco. Y enlazo con el principio, el formato o la idea no es la cuestión, lo que ha ido envenenando la propia idea ha sido la mano que por cuestiones artificiales ha intentado desviar la propia esencia de los concursantes mismos. Por mucho papel principal que se le quiera otorgar, por mucho guión brillante que se le pretenda endosar, por mucho foco con que se le quiera iluminar... si un concursante no engancha al espectador, no hay tu tía.

 Y ese es el mal de la presente edición. Cuestión de personalidad. Quizás sea esa la razón de que funcione la única trama verdadera que existe, la falta de personalidad. No por llevar un gancho brillante y te presentes en la puerta como un vendedor exclusivo como hizo Miguel, te va a otorgar un sitio privilegiado en el devenir de la edición si no lo acompañas con algo más, puesto que en cuanto hayas vendido tu producto, te has quedado sin él. La personalidad no nos viene impuesta por gritar más o por mover más los brazos cuando discutes, por imponer tu criterio o por llevarte mejor con el mayor número, tampoco por por tener una buena verborrea o saber utilizar mejor o peor la retórica. La taquilalia de Bea es un espejismo de su propia personalidad.

 La estrategia surgida en el juego que estamos viendo no es táctica, arrinconar a tu enemigo hasta axfisiarlo puede utilizarse como una forma más de juego si sabes utilizarlo con inteligencia, pero si te viene dado por propia inercia y te intentas aprovechar puede ser penalizado, ya que no es una circunstancia natural del juego sino que forma parte de un oportunismo circunstancial que te puede venir bien a muy corto plazo. En un concurso como Gran Hermano, donde todo se ven con mil ojos, esa táctica es incluso antiproducente, es preferible ni planteártelo siquiera por el riesgo que conlleva y arriesgarte a salir nominado antes de caer en su trampa. Es la mejor manera de demostrar tu nula personalidad, sentirte tentado por un caramelito envenenado y que tu soberbia te lo lleve a la boca, los efectos son lentos pero devastadores.

  Pero es que mientras tanto, mientras el veneno produce su efecto, has dejado caer tu propia personalidad mostrándola en abierto, ir donde todos van o hacer lo que todos hacen es cualquier cosa menos original, te hace muy previsible y por tanto, poco atractivo. Es curioso, que en esta edición, el ochenta por ciento de la casa pertenezca de alguna u otra manera a ese grupo mayoritario que se está dedicando a arrinconar y axfisiar al resto de concursantes. Una cosa son los focos que el programa prefiere mantener encendidos y otros los focos que el espectador de Gran Hermano elige y hacia que concursantes dirigir. Si la luz siempre te dirige hacia el mismo punto, lo lógico será mirar, y sin querer caer en la misma trampa del caramelito. Pocos se percatan de aquellos sobre los que no están los focos, es más difícil.

 Alain y Montse se encuentran fuera, entre las sombras, en la penumbra de todo foco. No sabemos aún como brillan, ni qué personalidad tienen puesto que los primeros focos los han ignorado. Se han convertido automáticamente en “muebles” sin luz. Tampoco sabemos nada de su personalidad, puesto que aún no ha sido expuesta. También es curioso que los de dentro primero, y los de fuera después, hayan tenido la misma tentación, picar en el caramelito, estás fuera de foco y no eres nadie. El otro día de manera jocosa el mismo presentador de la edición hacía una broma con el tema preguntándole a Candelas si había visto a Montse. Otro que puede haber picado. Y es que es muy simple abarloarse a los mismos focos de todos e ir a la misma luz que va todo el mundo. Insisto, puede ser lícito, pero en Gran Hermano puede ser hasta contraproducente. Casi, casi, es como si formases parte del mismo grupo mayoritario.

 No pretendo cambiar el foco de lugar. Solo que siempre me resultaron mucho más atractivos aquellos concursantes que dudan más en dejarse ver y se resisten a desnudar su personalidad por un caramelito por muy sabroso y tentativo que parezca. Entre los primeros lo hemos tenido más fácil a la hora de elegir. Adara ha destacado entre los demás, ni la misma Bárbara ha suscitado tanto interés, supongo que será cuestión de personalidad. Un ejemplo de la poca personalidad de la edición la tenemos en su propia simpleza. Nos dejamos llevar muy fácilmente por los focos y apenas hablamos de otra cosa, broncas y carpetas. Es como resumir la propia edición con su mismo fracaso. Si abusamos de la luz sobre la que nos sitúan los focos, podríamos terminar saturados, si no buscamos alternativas más allá de la propia luz terminaremos comiendo migajas por pura supervivencia.

 Supongo que será cuestión de personalidad.