LAS NIEVES DEL KILIMANJARO

  Algo muy gordo debe estar pasando fuera para darle tanto poder a la audiencia. Seguramente sea la reflexión más acertada en lo que llevamos de concurso de quien hasta ahora sus propios compañeros veían como líder de la casa y máximo aspirante a ganar la edición. Pues sí, Fernando. Efectivamente. Algo gordo estaba ocurriendo. Y es que la edición estaba a punto de cancelarse entre otras cosas porque concursantes como tú y tus ínfulas de poder la estaban echando a perder. Porque detrás de toda la literatura que pudiese arrastrar Gran Hermano hay un concurso, existe un juego. Y si las reglas del mismo son torticeramente utilizadas para hinchar el ego de alguna mente deslumbrante con ganas de subir algún escalafón, el propio juego se desfigura hasta el punto mismo de dejar de ser un juego. Pero es que además, incluso con esas mismas reglas injustas, si los jugadores son tan pésimos como tú que no saben ni siquiera utilizarlas en su propio beneficio, el juego aparte de estar condicionado es que deja de ser atractivo.

 

  El cambio de las normas no es baladí, volver a sincronizar hasta su justo punto las propias reglas en medio del concurso dice mucho de la manipulación a la que está sometido y la fragilidad en que se desenvuelve independientemente de a quien beneficie o perjudique. Personalmente a mi no me ha gustado la deriva en que ha finalizado el despropósito, y no es porque lo considere más o menos justo o esté en mayor o menos desacuerdo, es que mientras el concurso era corregido hay concursantes en la calle injustamente eliminados, defenestrados e incluso ensalzados, y todo ello producto de una tergiversación intencionada del formato. No es que me disguste que la audiencia haya impreso su sello justiciero para poner las cosas en su sitio equilibrando una balanza totalmente desproporcionada, es que no se tenía que haber llegado hasta ese extremo si las cosas hubiesen discurrido por su vertiente más normal. La codicia de una mayor audiencia a veces concluye en su lado más errático y la avidez por demostrar que el camino elegido es el único te conduce al propio fracaso, les aplicaría con la experiencia vivida en esta edición a los guionistas su propia navaja de Ockham, a veces el camino más sencillo para el éxito es el menos complejo.

 

  Prueba de ello fue la gala de anoche, fiel reflejo de lo que está siendo la edición. Aunque para algunos fuese imposible de mejorar, el mero conformismo de dar por bueno todo aquello que no sea susceptible de empeorar ya dice mucho de lo que se está viviendo. La primera parte de la gala fue un tostón del quince. Muy acorde con el empecinamiento de la organización en la filosofía carpetera de querer meternos por los ojos unos argumentos pueriles y empalagosos muy difíciles de creer, parecen empeñados en convencernos a base de agotamiento. Soporífera, repetitiva y aburridísima la parte carpetera de la gala hasta decir basta, perdí la cuenta en que el presentador repitió una y otra vez la mecánica de las votaciones para alargar el precepto estúpido y obligatorio estrella de la cadena para desesperación de los seguidores. Ni siquiera la expulsión, embarullada entre escenas de cama y caricias infumables, se salvó de la quema soporífera del momento.

 

  Curiosamente la gala recuperó algo de ritmo con la llegada de su parte más sencilla y natural, la que de verdad destila olor a Gran Hermano, las nominaciones. Con ellas recuperamos el pulso a las emociones encontradas y nos reconciliamos con la pura esencia del programa. A partir de ahí se vivió el apoteosis de la elección del nuevo club, la entrada al apartamento “brokeback mountain” y la certificación definitiva de la subida de Fernando, para terminar desdibujada con la no entrevista a Montse y cero visión de videos de su paso por el concurso siendo ninguneada por un presentador que de nuevo no supo estar a la altura en ese momento. Una despedida de la casa apresurada terminó con una gala con altos y bajos que sigue dejando sombras en cuanto a su planificación y desarrollo.

 La lectura de los hechos es bastante previsible como ya estamos acostumbrados en esta edición. Expulsión esperada de Montse con porcentaje alto acorde a su indefinición en el concurso, exceso de carpeteo, traspaso de poderes en el club gracias al voto de la audiencia y Fernando nominado acompañado del daño colateral de una Noe sorprendida. La postgala como era de esperar discurrió entre la felicidad de Adara y Bárbara, el rebote de Clara y Fer, las lágrimas de Noe y la incredulidad de Pol ante la atenta mirada indecisa de un Miguel a quien anoche le dieron otra nueva oportunidad de sincerarse consigo mismo.

  Se habla de venganza, de justicia, incluso de golpe de mano. La audiencia siempre ha sido pilar fundamental en preservar la esencia misma del concurso. La adulteración programada que llevamos sufriendo durante los últimos años parece que anoche nos dio un respiro y la conciliación con el programa pareció evidente, solo es un espejismo oportunista y rectificatorio con el que nos quieren responsabilizar seguramente para acallar algunas críticas dándonos una migaja de lo que realmente nos pertenece que no es otra cosa que el derecho a decidir. Un gesto simbólico seguramente en el que lavar la culpa de sus errores, habrá que esperar a que pase la “semana de la audiencia” para ver como se desenvuelve el desenlace final y si de verdad se ha elegido la senda de la rectificación o solo es un órdago más de tantos.

  Mientras tanto, independientemente de todo, la casa ha dado un giro de 360º y las tornas han cambiado, Bárbara recoge los frutos de su valentía y Fernando y el grupo mayoritario se apresuran a beber de su propia medicina. A la fuerza ahorcan parece el eslogan previsto para el momento, en Gran Hermano o se juega o se juega, pero en condiciones normales y justas para todos. Y aquellos que se nieguen a hacerlo con más o menos fortuna o simplemente se escondan tras la trampa de la convivencia que se vayan preparando, Gran Hermano debe de ser justo e ir desenmascarando paso a paso, poco a poco a todos sus impostores.

  Fue un poema de Victor Hugo titulado "La gente pobre" el que inspiró "Las nieves del Kilimanjaro". El mérito de la película es haber sido capaz de mostrarnos con total naturalidad como aquellas nieves que en tiempos pasados eran perpetuas ahora se estaban desmoronando. Y a pesar de todo... seguían destilando agua pura.