ANATOMÍA DE LUNES

  Bueno, tal y como decíamos en la anterior entrada, el regalo envenenado del programa a la audiencia no servirá de mucho. En realidad solo está llevando a cabo sus deseos pero de una forma más sibilina, trasladando su responsabilidad para dejar sin efecto ese aluvión de críticas que se le está viniendo encima. Una decisión muy política. Miedo me da que al final la estrategia le funcione. Sea o no cierto, la verdad es que la mayor parte de la audiencia deseaba ese golpe de mano que se llevó a cabo el jueves pasado; conscientes de que de llevarlo a cabo no supondría una gran merma en el desarrollo del concurso sino que activaría la reacción fulgurante de la mayoría de los concursantes y de la propia audiencia que empezaba a darlo ya todo por perdido. La decisión en sí, tan importante como decisiva, pasó de puntillas precisamente por eso, era deseada. El problema vendrá a continuación. Cuando se haya asentado la idea y todos la demos como buena no habrá justificación alguna para culpar a nadie de cualquier extraño movimiento que se pudiera dar, solo será única y exclusivamente responsabilidad nuestra, aunque no sea cierto.

   Las diferentes entradas al apartamento se irán dando de acuerdo a los parámetros que a ellos más le interesen y según el momento. Anoche le tocó el turno a Clara y Fer. Una bonita forma de allanar el camino y limpiar un poco de basura como la que terminó salpicando ayer tarde a todo el programa con dos concursantes pidiendo abandonar la casa y mucha gente aquí fuera demandando la expulsión disciplinaria de Clara por su actitud agresiva. Pero la previsibilidad de algunos movimientos son tan evidentes que se caen por su propio peso, no hay como lavar un poco la imagen de algún concursante como para poder justificar su continuidad aunque las encuestas y el sentir general digan todo lo contrario desde el primer momento en que se supo la terna de nominados. Lo mismo no ocurre así, pero como somos nosotros los que decidiremos, a nadie terminará extrañando...

  El funcionamiento está desde hace semanas más que claro. Prioridad absoluta a las posibles carpetas, evolucionando según se haya dado la semana. Cuando la tensión entre los grupos suban los decibelios por cualquier nimiedad, se utilizarán las probables parejas para equilibrar la casa creando un ambiente artificial que desvíe la atención. De esta manera siempre estaremos enganchados a la propia evolución de los concursantes, sus idas y venidas de grupo con lo que lleva aparejado de posibles traiciones retroalimentando asímismo las disputas y vuelta a empezar. Por eso no es de extrañar que actitudes como la de Bárbara sea tan oscilante y pase en cero coma del buenrollismo con casi todos al enfrentamiento más radical, o como la de Bea o la de Pol que a ciencia cierta aún no sepamos con que grupo se posicionan realmente y pareciese como si nadasen entre dos aguas.

  Las parejas al uso es el recurso prioritario sobre el que ha apostado la organización en esta edición intentando enredar a toda la casa con posibles bifurcaciones que impida la caída en la desidia y monotonía, así podemos observar que las parejas no son tales sino que generalmente suelen llevar implicados al menos a tres miembros comprometiendo así al mayor número posible de concursantes que de alguna manera u otra entran en el juego amplificando las tramas. Curioso el hecho de que tras dos y tres días encerrados en el apartamento tanto Bea como Miguel se hayan declarado con el tiempo sobre la bocina, en jornada de debate o gala y apenas hayamos sido partícipes.

  Las normas ha dejado de ser rígidas en esta edición creando un dilema sin precedentes y usándolas de la manera más elástica posible que pudiera favorecer cualquier cambio de planes en cualquier momento, ha resultado tremendamente extraño que ante la consulta de Adara sobre qué ocurre si un concursante se niega a realizar su tarea la respuesta de la organización haya sido que lo arreglen entre ellos ya que a poco que se escarbe cualquier concursante podría llegar a negarse a realizar su tarea creando un precedente bastante peligroso. Y así ha ocurrido también con la información privilegiada que se tiene desde el club pudiéndola usar a discreción contraviniendo las primeras órdenes dadas por el programa.

  Es evidente que el juego brilla por su ausencia y que cualquier atisbo de estrategia va a ser engullida por el posible espectáculo. No importa en realidad quien sea nominado, lo trascendente es que el poco activo del que se dispone sea protegido de la forma que sea debido a la fragilidad de los concursantes magnificando si hiciese falta la personalidad de algunos de ellos otorgándole mayor cuota de protagonismo o por el contrario ocultando todo lo posible a esos que no logran subirse al argumentario previsto, se intenta por todos los medios que actores protagonistas pudiesen romper la cadena ya que eso conllevaría un efecto dominó bastante contraproducente desactivando con uno solo varios personajes al mismo tiempo.

  Tengo la sensación de que parece todo escrito por capítulos enlazados uno con otro dejando poco lugar para la improvisación o la sorpresa. A estas alturas de concurso ya todos sabemos el historial de cada uno y por donde va a ir discurriendo su concurso, solo nos queda esperar a que eso suceda. Las broncas, las peleas, los enfados no sorprenden a casi nadie porque ya forman parte de la rutina restándole el poco atractivo de sorpresa que pudiesen tener, incluso da la sensación de que se activan de forma automática llegando a sentir que las provocaciones de una y otra parte parecen casi coordinadas como la posterior calma tensa que se genera solo para mantener la atención o hablar de algo.

  Los periodos de cámara enfocando a algunas parejas cada vez se van alargando más, la censura a cada momento va aumentando sus tentáculos ya por cualquier cosa que ocurra privándonos de cualquier iniciativa, pareciese como si se quisiera tener todo absolutamente atado y que nada discurra sin el consentimiento supremo del guión establecido. Perdemos frescura, y a lo mejor es el riesgo que hay que asumir para poder salvar algo de una edición que parece no sabe discurrir por sí sola.