PSICOLOGÍA INVERSA

  No hay debate, Pk, no hay debate. Son las consecuencias de una nefasta edición donde con apenas unas pocas semanas ya parece que está el pescado vendido. Al menos en cuanto a actualidad diaria se refiere. Están trabajando más este año los guionistas que cualquier otro, más que los mismos concursantes, intentando reparar este desaguisado. Y es que la unanimidad es aplastante diría yo, si exceptuamos claro a los colaboradores pelotas que cada año se suben al mismo carro aunque este esté parado o vaya marcha atrás. Puntualicemos. Por puntualizar o algo. La novedad en la casa, o sea, la actualidad pasa por los “robos nocturnos” de comida o de enseres personales y la posterior discusión por saber quién o quienes han osado hacer semejante tropelía. ¡¡¡¡Un robo de comida nocturna en Gran Hermano!!!!. Vamos, el acabose... o el fin del universo. Bueno, pues el debate parece ser que es ese, no hay más que leer algunas tesis, perdón, crónicas o ser capaz de entrar en las redes sociales. Eso sí, si los adornamos con los consiguientes condimentos de traiciones o venganzas, léase Meritxell o la “guerra de las cremas” ya tenemos argumento suficiente para la demostración empírica de que la casa y el veinticuatro está “mejor que nunca”, o que la edición va camino de ser épica... o algo.

  De dos rombos en horizontal la calificaría yo, o no apta para mayores de quince años, ni Blue Jeans sería capaz de sacar un capítulo para su próximo libro de dentro de la casa, es más optaría por aproximación a cualquier relato para niños de Ana María Matutes tipo “Los niños tontos”, ya sabéis: «el mar, era alto y verde». No creo que buscase más allá... si acaso cualquier ideario próximo a la psicología infantil. Ya lo dije hace unos días en otra entrada, ojo que la filosofía de la cadena está recogida en los principios de Goebbels, y en concreto esta edición está adaptada para el más tonto de los individuos a quien va dirigida, por decirlo en latín vulgar. Así que no me enrollo más, puesto que no voy a decir nada que no estéis viendo, los que siguen el veinticuatro con gafas en 3D que se lo hagan mirar, si quieren o pueden. Como la actualidad en la casa es tan emocionante me voy a permitir no volver a incidir en la coyuntura estructural de saber quién ha usado el champú de Fer ni me atreveré a entrar en el análisis profundo de episodios tan pueriles como el planteado ayer por Pol al decir una mítica frase en medio de la grave crisis por la desaparición de los quesitos de Clara: «Creo que a lo mejor he sido yo quien se los ha comido».

  Me dedicaré a hacer algo que no me gusta hacer, dedicarle una entrada casi entera a los concursantes en un ejercicio claro de psicología inversa, o sea, reflexionar sobre el casting y enfocarlo de manera negativa de como se ha podido llevar a cabo el genial y brillante plantel tan característico de los últimos años. Miguel fue el reclamo de la primera gala, la mentira sobre la que se iba a asentar la edición o el descubrimiento de uno mismo a través de Gran Hermano, toda una declaración de intenciones de “lo que pudo ser y no fué”. La trayectoria de Miguel en la casa va en concordancia con la propia edición, mucho ruido y pocas nueces, un aspirante a todo y una realidad de nada. El chico del tiempo perdido, con su vida, con su paso por el concurso, con sus compañeros, empezó fuerte el concurso demostrando cierto carácter para ir diluyéndose en el enjambre que él mismo y sus compañeros de grupo han ido tejiendo para no aburrirse demasiado, cargar tintas sobre los otros, si son débiles, mejor. Encontró en Clara un refugio donde autoflagelarse de sus propias penas y a partir de ahí solo de ha dedicado a tirarle la caña a un Pol embaucado seguramente por su verborréica demagogia. Está colado por él, pero su cobardía le impide confesárselo abiertamente, es tan simple y tan pobre que se conforma con los arrumacos y los roces que el otro le permite saciando así de alguna manera su débil y confusa fantasía.

  Clara es la noria de la edición, lo mismo baja que sube, lo mismo es capaz de montarte el primer pifostio por lo más insignificante que meterse debajo de su edredón a llorar durante horas. Desubicada, perdió el norte de la edición casi al principio, no sabe donde poner el huevo, si tirarle los tejos de forma sibilina a Fer o abanderar la cruzada contra las apestadas, una lideresa en ciernes venida a menos, bravucona e intolerante me da la impresión de estar siempre por encima de todo, no sé si es manía lo de mirar por encima del hombro sobre los demás o es un defecto de altura, su pose demasiado masculinizada intimida bastante a sus adversarios dejando impronta de supuesta agresividad, su lenguaje gestual le invita a ello. Quiere ser la reina pero no sabe como, el horizonte Fer podría ser un filón para lo suyo aparte de escándalo nacional muy a su estilo, pero el otro no está por la labor y se tiene que contentar con que hablen un poco de ella. Desconfigurada su personalidad en función de los demás, se dedica a... estar cuando se le reclama. 

 

   Fernando, el caballero andaluz de las dos mentiras, ni es caballero ni parece andaluz por el poco arte que tiene, el cínico por antonomasia, se vino arriba desde muy pronto seguramente ayudado por su físico y por la corte que desde el primer momento le rodeó, eso le hizo creerse mucho más importante de lo que es. Ha sido el primero en quitarse la careta con la que seguramente disfruta en cualquier orden de su vida. Su dialéctica es tan pobre que le asoman las costuras por cada sílaba que suelta por su boca, repite, repite y vuelve a repetir hasta que te agota y terminas dándole la razón por extenuación. El peor concursante en mucho tiempo que ni ha sabido ni ha intentado saber exactamente de qué va el concurso. Es el anticoncursante ejemplar, para futuros aspirantes les recomendaría fijarse bien en su comportamiento y aprendérselo de manual para hacer justo lo contrario si quieren entrar al menos. Es el típico que sin hacer nada te resulta odiable ya porque sí. Eso sin hacer nada, si lo calibras por sus verdaderos actos, nos resulta un don nadie con ínfulas mastodónticas y confiado en ser el más de lo más.

  Pol es el antisistema de la edición. No logro encajarlo en ningún sitio y mira que lo intento. Me rompe todos los esquemas. Cuando pienso en que solo es un niño en pleno desarrollo neuronal va y me suelta unos discursos memorizados que parecen sacados de un libro de autoyuda que me descolocan. Eso sí, de carrerilla. No sé si es tonto o aficionado. Ya me extrañó su actitud inicial de autoproclamarse “sujetavelas” oficial de Rodri y Adara en sus primeros escarceos, pensé que ese chico no parecía muy normal, y su comportamiento cuanto menos extraño. El azar le sonrió y le hizo, tras el abandono de Rodri, convertirse en “príncipe”. Subió en su propio ranking como por arte de magia y recibió la bendición de sus compañeros. Ganó el primer juego del Club, y ahí ya se terminó de echar a perder. Ya no es tonto ni aficionado, su estupidez raya el delirium en el que se encuentra sumido. Su filosofía de vida solo pasa por una cosa y es su debilidad, yo nunca seré, yo no he sido, yo no, yo... no. Su cobardía está a prueba de bomba, es inalterable como su rostro. Su egolatría está dentro de los cánones para analizar en las universidades y su discurso es tan simplista que a veces produce hasta ternura.

  Bea, Beatriz se autodenomina chonija, de choni y pija, otra que no sabe donde encasillarse, si en lo más alto con la boca grande o en lo más bajo con la boca pequeña. Erase un koala con taquilalia a un concurso pegado, o dime de lo que presumes y te diré de lo que careces, que es más castellano. La madura de madura infantil de infantil, sus manos de mujer fatal le acompañan siempre en su discurso de loca traviesilla de parvulario, eso si, bien vocalizado. Su filosofía es “rompe con todo aquello que no comprendas”, algunos científicos creen que es el eslabón perdido entre la ameba y el homo sapiens, no lo digo yo, lo dice la propia cultura cani. Rodrigo es el aristócrata de la edición. Sus formas cuidadosas, su saber estar, su pulcro lenguaje nos dan una imagen equivocada de él, el financiero guaperas es más de pensar que de actuar, pero claro si lo suyo son los números, en Gran Hermano no está dando ni una, está en el centro de todos los saraos, en ese punto donde todo el mundo habla de ti pero nadie te ve. Yo creo que su pose aristocrática viene más dado de lo más profundo del pijerío del Madriz de los austrias, “sabes osea”. De todas formas dice la leyenda que el perro exclusivo de los nobles siempre había sido el caniche, oye, pues mira... pero resulta que durante el Renacimiento este tipo de perro o mascota, que ya sabéis que hay que tener cuidado con el lenguaje, era un perro cobrador que se dedicaba a recoger las presas que ya habían sido cazadas y habían caido al agua. “Osea”, no sé si se me entiende....

 

Alain, el guapo y musculoso con cara de santo grial y lenguaje gachóvalenciano, el tapado de la edición. Su masa muscular es enorme, quizás por eso le cueste tanto arrancar. No aguanto su lenguaje gestual, es como si te pusieras a hablar con él y con cada frase tuvieses que pedirle perdón. ¿Por qué? Pues no lo sé. Pero parece como si en cualquier momento a pesar de toda esa masa uniforme se te fuese a caer y a romper. Tengo poco que decir, lo tengo en observación por si alguna semana de estas... decidiese arrancar. Montse, la enigmática Mona Lisa de mirada esquiva. No puedo dejar de comparar a la granjera con la propia técnica del reconocido Leonardo, el sfumato, ya sabéis, esa especie de niebla que difumina su perfil. Los seguidores de Gran Hermano con Montse hasta el momento seguimos haciendo acopio de nuestra propia visión fotópica intentando descubrir detalles, más creo que como le ocurriese al genial pintor lo que estamos recibiendo hasta el momento de ella son destellos escotópicos de sus sombras perifericas. De Meritxell poco tengo que decir. No habla, no se ve, no aparece y cuando lo hace. Ay, cuando lo hace. Compensa. Perdón. Multiplica por dos todas sus desapariciones. Es como si las condensara y las soltase todas de golpe, de carrerilla como Pol, pero con una salvedad, cuando llega al final parece no haber quedado muy conforme y vuelve a empezar de nuevo, y asi, hasta el mismo centro de su propio bucle. Ella es así de maja, para que se le entienda bien.

  Me he pasado. Dejaré a Adara y a Bárbara, el otro grupo, y por supuesto la isla Noelia para otro día. Total, con la actualidad que tenemos en casa, seguro que hay días... más que momentos.