GIRA LA NORIA

   Thriller psicológico con  arranque cercano a la comedia costumbrista, esa es la visión de la casa tras la jornada de ayer. Me recuerda el argumento de una película: Pareja ejemplar en donde todo funciona a las mil maravillas pero a los que les falta esa chispa de riesgo y emoción. Aparece la envidia y procuran acercarse a unos vecinos extravagantes a quienes les sobra de eso. El resultado, como podremos imaginar, son unas complicaciones de incalculables consecuencias. Todo un enredo por momentos en el que vas decidido a cambiarlo todo para volver justo a tu estado inicial. Caminos con retorno que van dejando estelas, conoces gente, adquieres experiencias, y al final, decides volverte a casa, de donde nunca debiste salir.

 Ya dijimos que en ésta edición nada es lo que parece, ni los protagonistas lo son tanto, ni los secundarios tampoco, quizás en esa maraña de intercambio de roles esté la esencia de todo el embrollo, papeles que se mudan de cuerpo o personajes que se transmutan, parejas impensables que se afianzan o princesitas asumiendo papel de bruja, amigos que dejan de serlo o compañeros  a la puerta del “nada es lo que parece”. Quizás todo esté cambiando, y ésta vez se haya optado por prescindir de lo superfluo y penalizar lo evidente. No gustan los roles estáticos y previsibles, se busca movimiento y se busca sorpresa, la noria gira y dependiendo de la parada por momentos están arriba como puedan estar abajo, todo depende. Hay quien se duerme en su papel y termina teniendo pesadillas y soñando que se cae de la cama. Es todo tan trivial que hurgamos en lo insignificante buscando lo extraordinario.

  Argi es de esos papeles invitados a formar parte de ese banquillo de personajes secundarios, su inseguridad y su miedo, su desaparición de la escena nos incitaba a olvidarnos de ella, ha sido comodín de votos para sus compañeros y su papel realmente insignificante,  tachada de evidente durante los primeros días casi engrosa la amplia lista de patitos feos, personaje de quien fácilmente se podía prescindir. Pero la lupa éste año viene divergente, y cuánto más ponemos en nuestro punto de mira a un concursante más nos aparecen en el mismo plano otros, volvemos a hurgar en lo insignificante mientras gira la noria cuando de pronto lo vemos todo cambiado, lo insignificante parece extraordinario y esto resulta  justo lo contrario.

   Es lo que le ha sucedido a Iván, indicios contrapuestos para converger en el mismo punto de mira. De abanderar protagonismo a suplicarlo. Era la esencia del concurso, el espectáculo de la locura y la diversión,  el foco de todas las miradas, lo extraordinario en un concurso insignificante hasta que le hemos visto girar y dar vueltas sobre sí  mismo una y otra vez, una y otra vez. La rutina de sus vueltas nos cansan al mismo tiempo que dispersamos nuestro espectro. Lo extraordinario es insignificante y del que se puede fácilmente prescindir. Es esa noria la que los transmuta. Ayer Argi, cuando paró estaba arriba, Iván abajo.

  No es un circo, ni tampoco un thriller, existen las norias que giran y los largometrajes de ficción, hoy es Argi y puede ser Iván, mañana seguramente será Igor, o Danny, o Noe, o cualquiera, en ésta edición todo es cambiante y las secuencias suceden una tras otra, algunas repetidas, otras nuevas, pero nuestras lentes siguen siendo divergentes y notamos cuando las vueltas cansan y  las escenas se repiten. Necesitamos más argis y menos ivanes, menos personas extraordinarias que a base de vueltas y vueltas les haga parecer insignificantes.