SÁLVESE QUIEN PUEDA

  Ayer fue anunciado oficialmente lo que era vox pópuli desde hacía semanas. El slogan por fin tiene sentido si quitamos la primera gala, nos vemos abocados a un final de edición vertiginosa en el tiempo y en las formas. Aún a día de hoy se desconocen normas básicas que nos haga presuponer nada en concreto sino conjeturas sobre lo que puede ser,  de ahí la recomendación de andar con la mayor prudencia del mundo. Hoy sabemos que nomina la audiencia por primera vez en la historia, sabemos que a partir de la próxima semana tendremos dos galas repartidas entre lunes y jueves y un debate por medio que podría ayudar y entrar en el juego como auxiliar de las galas, todo parece precipitarse y encaminarse hacia una final enloquecida. Entiendo que la labor ha de ser cuidadosamente guardada y espontáneamente sacada sin más tiempo que el estrictamente necesario, es una forma de mantener la atención y la motivación en permanente alerta. La tensión que produce la inmediatez más apresurada sin duda añadirá esas gotas de emoción de la que hemos carecido durante casi tres meses. No nos equivoquemos, el resultado final no va a depender de estas tres semanas de efervescente locura, solo servirá para maquillar una edición sin personalidad alguna que siempre ha estado pendiente de un hilo y que al final se ha visto abocada irremediablemente a un precipitado final. Bienvenido sea.

  La atención que se nos reclama a partir de ahora solo va a servir para “disfuncionalizar” aquello que tenía que haber concluido de forma natural y donde los concursantes debieran ser los principales protagonistas y no nosotros. Se han cambiado los papeles de manera obligada por las circunstancias y el devenir de los resultados, esa audiencia tan denostada desde el propio núcleo duro a la que desde el minuto uno se nos ha intentado dividir entre aburridos y divertidos, a la que se ha intentado provocar con frases tan desafortunadas como el famoso “hacemos los que nos da la gana” es ahora la que tiene que salvar una edición maltratada desde sus inicios con un casting desastroso y unos objetivos más que dudosos. No se exime la responsabilidad, al contrario, gustosa y encantada de poder “ayudar” a que aquello que se nos ha negado le sirva a muchos como una verdadera bofetada en pleno rostro de realidad, el “bienquedismo” interesado con que se han manejado algunas variables debería servir de escarmiento para próximas ediciones y dejar aparcada esa demagogia oportunista que no ha hecho sino agrandar la brecha de un divorcio indeseado.

  Todos hemos cometido errores. Algunos no se han querido subsanar y se ha incidido en ellos empezando por los propios concursantes. El desfile al que ha sido sometida la edición no ha servido  más que para abusar del error, si se desvirtúa el objetivo se debe tener la capacidad de reacción necesaria para no volver a caer en él, tener que valorar ahora el comportamiento de unos concursantes que no han estado a la altura o de aquellos que aún sabiendo de primera mano lo que se les pedía porque han tenido la oportunidad de vivirlo en primera persona y han sido incapaces de llevarlo a cabo, debe resultar de lo más perezoso y por supuesto no merecedor de ninguna recompensa. No nos queda más remedio que fiarnos de aquellos que por sus circunstancias se han mantenido al margen de desastrosas decisiones, aquellos que han sobrevivido a todo ese desfile de incompetencia y han aguantado estoicamente las embestidas de erróneas elecciones. No por haber metido más gente en la casa ha sido más entretenida ni emocionante, al contrario, han ahondado en la desidia dejándose llevar por el oportunismo interesado del miedo y la cobardía, la comodidad de una permanencia oculta tras el silencio y la parálisis que no han hecho sino desnudarles en su propia incompetencia y falta de personalidad.

  No es que los concursantes del año pasado hayan sido buenos, sino que los de este año los han hecho muy buenos, cuando se ha sido capaz de extraer la simpatía hasta de concursantes inherentes a lo peor de una edición y tener que fijarnos en lo mejor de ella de forma hasta nostálgica es normal que se descubran los buenos ratos añorados y sea inevitable abusar de las comparaciones, pero es que la base de cualquier proceso de mejora es esa, la inapelable opción de superación y no caer en la tentación del conformismo más radical jugándoselo todo a las cartas marcadas de las parejas. Porque puede suceder que el argumento no cuaje y envenene la edición hasta hacerla irremediable. La autocrítica no es mala cuando se trata de defender lo que de verdad uno quiere, no sirve de nada la manipulación de los hechos si no van amparados por algo de verdad, no se puede imponer ésta por la fuerza porque al final los resultados dictarán sentencia, se puede salvar algo o se puede empezar de nuevo, pero desde luego mirar hacia otro lado jamás será la mejor opción.

  Hoy empezamos una nueva etapa, será cuestión de no mirar atrás porque el tiempo irremediablemente se ha abatido sobre nosotros. Los datos que tenemos son los que son y no nos queda otra que confiar única y exclusivamente en nuestro criterio, no hay razones poderosas para nada sino la mera actitud, no nos han dejado mucho margen de maniobra, seguramente la ganadora virtual de la edición esté en su casa y solo se nos permita la opción del menos malo, las valoraciones han de ser a pesar de todo lo más justas posibles dentro de un escenario absolutamente injusto y donde las cualidades de cada uno se vean interferidas por la empatía, seguramente este año tendremos al ganador menos objetivo del mundo, a aquel que nos ayude a que no sea aquel que no queremos que sea, un ganador de usar y tirar pero que nos paliará de alguna manera la tremenda injusticia acontecida sobre el que sí hubiésemos querido hacer. Seguramente no tendremos argumentos suficientes a su favor, al menos no de la suficiencia requerida pero es que el escenario que se nos presenta no nos deja alternativa. Será seguramente una victoria penalizadora más que ganadora y hecha desde el despecho hacia una organización que no ha sabido o no ha querido ver el verdadero concurso.

  Se requiere uno porque así lo manda la propia naturaleza de ese mismo concurso, y a decir verdad no sabría situarme en el sitio exacto de saber lo que en ésta edición se requiere para que ello ocurra. Mucha gente habrá encontrado esos argumentos y quizás lo pueda tener mucho más fácil, aún así sigo pensando que este año nos lo han puesto muy difícil. Lo que nos agrada por un lado nos desagrada por otro nada es perfecto en un escenario incompleto donde no nos han dejado elegir. Estamos ante la disyuntiva del sálvese quien pueda en un escenario irreal, nos vemos abocados a la locura para no tener que pensar demasiado en lo que de verdad estamos haciendo, y aún así y a pesar de todo, reunimos las fuerzas suficientes como para no intentar dejarnos amedrentar sacando fuerzas de flaqueza para aupar a ese o esa que nos conforme. Es triste la resolución y nada convincente, solo nos queda lo único que desde siempre hemos pretendido, el juego, la esencia del concurso, ese que nos han intentado arrebatar en nombre de un espectáculo que al menos en ésta edición jamás ha existido.

  Seguramente esta noche asistiremos a un nuevo traspaso de poderes, seguramente de la forma más chapucera y torticera del mundo, se nos devuelve el testigo de la vergüenza para que en nombre de nosotros mismos hagamos aquello que otros han sido incapaces de hacer, o al menos no se han atrevido. Hay que jugar, y meternos en ese mundo que quizás no hubiésemos deseado de tener que elegir a aquel que no queríamos, pero no nos han dejado otra, es un juego con trampa y en el que el solo placer de ver la derrota en los ojos del enemigo nunca te va a ocultar la verdadera satisfacción que se hubiese sentido al ver la victoria en los ojos del merecido ganador.