LA GALA DEL HORROR

   La esperada gala de Hallowen ha pasado sin mucha historia, cuatro carreras para tomar el confesionario y un osito, cinco tontos vestidos de zombis y dos o tres polis por allí, una cena fría de rollito primavera en versión pergamino y la esperada expulsión de Loli (sic). Su entrevista acorde a su paso por la casa. Las nominaciones bastante cantadas, la inmunidad salvó a las primas de una nueva nominación y subió Paula. Lo más destacado, el especial interés de la presentadora en que se expusiese Omar a la expulsión, sin comentarios. En la sala de expulsión y una vez salvado, Luis estalló en un llanto de emoción debido a la presión acumulada. Seis líneas, seis, como en los carteles de toros para resumir una de las galas clásicas de Gran Hermano y que tan buenos momentos nos había proporcionado en otras ediciones.

   Ya nada es lo mismo. Recuerdo que antes sí, antes cada gala para los seguidores de Gran Hermano era una auténtica fiesta, una ceremonia donde disfrutar semanalmente de nuestro programa favorito, ahora es distinto, solo es un trámite donde se nos informa del expulsado y de los nuevos nominados, el resto es puro relleno de vídeos para completar cuatro horas de parrilla. Eso si, de vez en cuando meten a unos extras, les pintan la cara y los disfrazan de malos para asustarnos. Qué miedo... Antes, los viernes, los paneles de comentarios se llenaban de detalles de las galas, siempre había alguien que escribía aquello que a ti se te escapaba y se percibía la emoción de lo vivido la noche anterior. Era lo más importante, “de jueves a jueves”, recuerdo que era como se definía al Gran Hermano que vivíamos. El resto de la semana pasaba fugazmente y no había día que no deseábamos que llegara el día de la gala.

   Ya es viernes y es cuestión de aterrizar a la realidad, lo de anoche solo fue una anécdota, un punto más del guión. Fran, Vitín y Paula nominados, dos de un grupo contra uno, si nos atenemos a la estadística y a como se definen las expulsiones en los últimos años, uno de ellos por mera inercia será ignorado y excluido sin apenas posibilidades, es cuestión de horas el que sepamos de quien se trata. Y sí, a veces se trata de quien menos esperamos, lo mismo ese del cual hace apenas unos días dábamos en la calle sin cuestionarse con un porcentaje de récord. Así está montado el sistema. Luego, otras veces, nada de eso importa, es cuestión de estado y el voto vale bien poco. A buen entendedor sobran las palabras.

   A lo nuestro, y como preveíamos Luis regresó a la casa crecido y resucitado, de nuevo con las pilas cargadas y con el éxito de su concurso en su mente privilegiada, la gente le quiere imagino que habrá soñado esta noche, se ve fuerte y único, señales, ay las señales, a veces juegan malas pasadas y se pueden convertir en billetes para la final, no desvarío, es lo que creo que él está pensando en este momento. Es normal, a cualquiera nos pasaría lo mismo. Ha sido una semana difícil para él y lo normal es que su estado se haya convertido en euforia. El trasfondo solo lo sabemos los de aquí y nos relamemos de gusto al ver poco a poco los grupos más definidos y dispuestos para la batalla. Seguro que no nos defraudan.

   Llevamos mucho tiempo advirtiendo que el peligro de la edición consiste en que todo el peso está recayendo en muy pocas personas y éstas se están desgastando muchísimo, las otras, semana tras semana se siguen yendo de rositas y van a llegar al ecuador de una manera impoluta y sin apenas daño alguno. Es injusto, pero forma parte de esa nueva filosofía que acompaña en los últimos años al programa, una nueva forma de ver y vivir el concurso, los que arriesgan y se exponen son penalizados, los que se esconden suelen ser premiados con la máxima permanencia, y nosotros y solo nosotros, tenemos la culpa de eso. Nos enfrentamos entre nosotros y entramos en guerras estériles para desviar la atención del verdadero foco y nos olvidamos de los verdaderos males, estamos tan absortos en lo nuestro que por las sombras se nos escapan vivos los demás. Habría que replantearse la situación por el bien del espectáculo, pero me temo que nunca vamos a aprender.

   No nos confundamos, pensamos que son muchos y a lo mejor no son tantos, es nuestra indefinición quien a veces les da la victoria y les hace alcanzar sus objetivos, el pasotismo con que a veces vivimos el concurso, nos dedicamos a analizar y detallarlo desde la segunda línea sin apenas participar en él, somos observadores pasivos y no es cuestión de número sino de implicación, nosotros somos aquellos que de verdad lo vemos todo claro y cristalino, los gurús del programa que nos anticipamos a todo y sabemos lo que va a pasar, luego somos los primeros que nos sorprendemos cuando alguien nos adelanta y se nos adelanta, formamos parte también de esa nueva filosofía del concurso viviéndolo a través de internet y las redes sociales, nuestra fuerza la tenemos en los dedos a golpe de click y bonitas palabras, pero no es suficiente, no mandamos, ergo nos conformamos. No tenemos más remedio. Es cierto que otras veces, nada depende ni de nosotros ni de ellos, es puro marketing, mero negocio que devora el concurso y lo desdobla en trocitos pequeños para que no se note demasiado, en ese caso sí que actuamos nosotros como notario, pero jamás vinculantes.

   Solo nos queda disfrutar. Lo que se avecina puede ser grandioso, recordad que estamos en platea y los actores, mejores o peores, son los que hemos elegido, la entrada la hemos comprado solitos. Dos grupos enfrentados, Paula contra Alejandra, Omar contra Luis, el cartel se nos muestra apasionante, ni galas ni gaitas, el día a día es el que nos alimenta y nos da vida. Que aproveche y a pasar una buena función, el fin de semana puede ser épico.