DE DOS EN DOS

   Como una película de tensión, sospechas e intrigas se nos había presentado el fin de semana, sólo faltaban las palomitas y doy fe de que enmendaron pronto el asunto con la prueba semanal. Ahora solo faltaba que los actores hubiesen sido buenos. La protagonista no pudo ser peor elegida, la resolución de la cinta a un paso estuvo de ser antológica a no ser que el propio directo y los juegos del hambre les hubiesen jugado una mala pasada. La vuelta a la casa de los exconcursantes al final solo fue un timo, con maleta o sin maleta solo sirvió, seguramente de forma inesperada, para mostrarnos las lágrimas de Omar y añadir más pimienta si cabe a una expulsión más que cantada de antemano. Todo se quedó en un buen intento. Al final la película se nos atragantó aunque al menos nos sirviese de entretenimiento en unos días que parecían destinados al aburrimiento más absoluto. Pero vayamos por partes. La desconfianza, el argumento de la peli, no hizo sino reafirmarnos en la nula habilidad para el juego de los concursantes y en la patética fragilidad de las relaciones existentes.

   La entrada en la casa de Lydia convirtió el fin de semana en un huracán que lo dejó todo patas arriba. Es lo que hace la inercia, que con apenas un leve soplo de ventolera nos puede organizar el mejor de los largometrajes. La idea no fue mala, solo pésimamente ejecutada. Podría haber sido de oscar pero se quedó en simple batiborrillo, una amalgama de celos y recelos, de conversaciones y amagos sin apenas trascendencia y que no hizo sino reavivar la ya de por sí agitada convivencia con una simulación de teatrillo del malo que nos sacara del sopor y es que llegados a cierto punto nos conformamos con muy poco. Una cara bonita mimetizada en el más puro silencio y un argumento de enredo son suficientes para elevar a mindundis cualquier mala copia de concursante.

  La emoción está fuera, las representaciones al más puro estilo fiesta de fin de curso alcohol por medio solo nos distraen y nos ahogan en conversaciones tan eternas como estériles. Si lo que pretendemos a estas alturas es descubrir la pólvora de los concursantes mal encaminados vamos, radiografiarlos con puntuales comportamientos no hace sino aumentar una ansiedad a punto de estallarnos en nuestras propias narices. No va más, señores. La ruleta ya está en marcha sin vuelta atrás, lo otro son simples fuegos de artificio. Los porcentajes son una trampa puesta a nuestra disposición por la organización para recaudar más y que entremos en su juego, no ha lugar su señoría, la suerte ya está echada por desgracia y la incertidumbre artificialmente creada solo está pensada para aumentar cotas de pantalla. Me parece bien. No existen alternativas.

   Estamos ante una moneda al viento, doble cara con dos de los peores concursantes que seguramente han habitado en Guadalix. Ninguna de las tramas cubiertas han dado respuesta a tan magnánima expectación, ha sido la pura inercia y la poca enjundia del resto de concursantes quien les ha aupado a lo más alto sacando lo peor de nosotros como espectadores. Será cuestión de cabezonería quizás, o a lo mejor de principios, no lo sé, leyendo debates interesantísimos sobre ambos concursantes no puedo sino preocuparme, o muy pobre me resulta la elección o muy mal estamos haciendo las cosas como para tener que decidir a un mes de la final entre estos dos concursantes. Tenemos dos opciones, o encumbrarlos o ponerlos en su verdadero sitio, no sin dejar atrás por arrastre al resto de conejillos. Me temo lo peor, es lo que ya se percibe en el ambiente. Luego intentaré fríamente resaltar sus cualidades y su paso por el concurso, hasta ahora me he dejado llevar por la vorágine de la emoción, pura cabezonería, ya lo dije, creo, más no me han servido de mucho, tramas muy poco originales y comportamientos etéreos salpicados eso sí de mucha inquina, ¿extravagantes? Para nada, ¿violentos? Ambos y de una forma nada preocupante para la magnitud que se le quiere dar.

    Que el “postureo” o la apariencia forme parte de la cuestión definitiva que nos haga elegir no deja de ser un fraude para el mismo concurso, deberíamos plantearnos que tipo de concursantes queremos, dar juego es una afirmación demasiado sobrevalorada si tuviésemos que aplicarla a estos dos concursantes, ya que estaríamos insultando a los demás y asumiendo el error de su presencia en la casa a pesar de llevarlos en volandas hasta la final. Su lenguaje tan poco ortodoxo quizás será lo que los hace diferentes o su forma de actuar ante el resto de compañeros, ¿qué es concretamente hacer un papel? No sé hasta qué punto calibrar esta menudencia por imposible, ¿Víctimas? ¿De qué?. De su pasado o de su presente, de sus acciones en la casa voluntariamente elegidas por ellos, disfrutadas o sufridas. Si mal no recuerdo, he visto a estos dos concursantes mimetizarse con la nada más absoluta y desaparecer de la pantalla en no pocas ocasiones, como también hacerle un guiño a la cámara para a continuación disparar el nivel de audio con cualquier chorrada al uso, eso sí, ampliamente devorada y debatida durante los siguientes días.

  No sé, o muy mal estoy siguiendo yo el concurso o nada de lo que veo me convence hasta el extremo de otorgarle a estos dos concursantes el beneficio tan siquiera del encumbramiento más radical. Supongo que al final volveremos a lo de siempre, cuestión de piel, o los soportamos o no los soportamos. Los dos tienen su particular cruzada como añadido, no sé en realidad lo que defienden ni reivindican, su concurso ha estado sobrevalorado más por agentes externos a ellos que por su propio argumento, han vivido de las rentas de un episodio artificiado y su trayectoria ha sido consecuencia de una simple confusión, si nos acordamos bien, la famosa noche de marras Omar quería volver con Paula y no con Lucía, fue ésta la que dispuso del destino y en una enmarullada discusión le envió a los brazos de su oponente. A partir de ahí las cruzadas se han mezclado, los intereses los hemos pagado entre todos. Del resto aún sobrevivimos y permanecemos sin atisbo de ser solucionado. El jueves terminará una pesadilla.