Vamos a imaginarnos por un momento a
ese muñeco juguete que gusta a dos niños al mismo tiempo y que
ambos consideran como suyo, en un momento dado ambos empiezan a tirar
cada uno de un brazo... solo imaginarlo, e imaginar el resultado
final. Ha sido una edición dual. Dos mundos totalmente opuestos en
base a un argumento común, el desarrollo ha hecho que se viviera
desde dos perspectivas distintas. Tiremos por donde tiremos siempre
nos aparecerá esta dualidad a la hora de analizar lo que ha sido el
concurso este año. La más clara y evidente ha sido las dos ópticas
desde las que se ha vivido, por una parte la audiencia mayoritaria
que ha seguido el directo y por otra los intereses televisivos y la
forma de rentabilizarlos.
Dos formas, dos métodos, dos caminos...
Pero si ahondamos un poco más, dentro de esta última opción
también podríamos separar el proceso en dos, por un lado los
intereses de la cadena y por otro los de la productora. Está claro
que la cadena vela por los suyos propios y la productora se encuentra
en la encrucijada de estar en medio, a caballo entre quienes soportan
su supervivencia y quienes la alimentan. Una posición difícil y a
veces con objetivos encontrados, dar pábulo a los dos al mismo
tiempo hacen del resultado final un verdadero quebradero de cabeza y
un amargo sabor de boca. Solo si logramos diferenciar tales aspectos
y a diferencia de ella, conseguimos darle cierto sentido a lo vivido
y alguna mediana explicación.
Nos centraremos en la primera opción
que es la que realmente nos implica. Para nosotros ha sido una buena
edición. Divertida, plural, emotiva, interesante, pasional y
diversa, con unos concursantes atractivos en su diversidad y
diferentes en sus estrategias, un directo como nunca habíamos vivido
donde en cualquier momento siempre podía ocurrír algo, la más
nocturna de cuantas han existido lo que nos ha propocionado unos
contenidos bastante jugosos, ha reaparecido la dicotomía de los
grupos, de los bandos, los malos y los buenos, esa separación de
emociones que nos han hecho inmiscuirnos en su propia piel. Esos
bandos han echo efectiva nuestra propia separación con la pasión
que ello conlleva y el aumento de atención. Nos han obligado a
posicionarnos, a dar tantos tumbos como quebraderos de cabeza, a
justificarnos y desjustificarnos tantas veces como ellos iban
viviendo, han tirado de nosotros a su ritmo y nos han enseñado a no
dar nada por sentado como estábamos últimamente acostumbrados.
Hemos volado con ellos de la mano, cosa que nos ha acercado como
nunca a esa esencia que simpre habíamos demandado. Nos han hecho
traspasar por primera vez en mucho tiempo esos muros y vivir de cerca
toda la experiencia como siempre habíamos querido. Nos han hecho
emplearnos a fondo, en sus cosas buenas y en sus cosas malas. Han
transmitido esa emoción que nos había sido arrebatada en últimas
ediciones, pero no solo eso, nos han hecho divertirnos y hemos estado
entretenidos. Desde nuestro punto de vista hubiese sido una edición
antológica si no hubiese sido porque la segunda opción ha logrado
meter sus tentáculos hasta límites insospechados y han condicionado muy
mucho sus comportamientos y arrastrado el nuestro. Habría sido
maravillosa, y solo podremos dejarla en un bien rampante.
La versión punto dos de esta edición
ni ha dependido de nosotros ni ha dependido de los concursantes.
Artimañas sospechosas que han querido influir en el devenir del
concurso guionizando y teledirigiendo una convivencia ya de por sí
extraordinaria en contenidos han hecho posible la caricaturización
de la misma pareciendo a veces como forzada. Ha sacado a la luz lo
peor de la misma televisión, arrancándonos de la realidad para
mostrarnos una teatralización de sus propios intereses. Han
provocado carpetas imposibles y desnaturalizadas, han engordado
tramas hasta el hastío perjudicando a los propios concursantes que
se han visto manejados por las circunstancias y han hecho de la
propia convivencia una mera tesis de laboratorio donde todo debía
estar previsto y calculado hasta el último suspiro.
Los programas
mismos de la propia cadena han contraprogramado la propia realidad
de la casa y que todos estábamos viviendo. Nos han sumido en un
divorcio imposible de digerir, hasta el punto de sentir asco de una
manipulación torticera de la propia realidad. Han secuestrado la
vida en directo para dilatar sus propios guiones sin respetar
siquiera la propia convivencia. Han hecho un juego de ficción de
algo que por sí solo ya fluía real retorciéndolo hasta parecer una
caricatura de lo que nuestros propios ojos habían vivido, han
suplantado la propia realidad distorsionándola hasta límites
ridículos que al final no han producido más que risa y verdadera
pena. Han engendrado un monstruo que poco a poco les irá
autodevorando, y lo peor es que se sienten orgullosos de él.
Y en medio... la verdad. De este choque
de trenes no puede salir nada bueno. Ya sé que enseguida vendrán y
dirán que siempre estamos con lo mismo pero que ahí sigue Gran
Hermano. Si. Pero a qué precio me preguntaba... No, el último
secreto que al final la propia organización no se atrevió a sacar a
la luz no tenía nada que ver con la edición de los secretos. Iba
más allá. Ni era el anuncio del diecisiete ni las sobrinas estaban
allí por Sofía... Creo que todos somos conscientes de la deriva del
concurso, de su utilización, su perversión y de su envenenamiento,
aún así seguiremos resistiendo aunque sea viviéndolo de la misma
forma paralela como lo hemos vivido este año. Crearemos el nuestro
propio cogiendo esos matices que nos valen, es una guerra entre David
y Goliath, pero no olvidemos el final de la leyenda. Mientras existan
hondas y existan piedras seguiremos peleando para intentar darle
sentido a nuestro programa favorito. Es nuestra obligación y por eso
seguimos aquí.
Desde hace ya seis años que lo venimos
haciendo, y seguramente seguiremos. Pero esta edición ya se ha
acabado. Desde el mismo momento en que salió Sofía y se apagaron
las luces de la casa, se apagan aquí también. Sé que las trampas a
veces son tentadoras, ahora montarán el Vip, luego enlazarán con
Supervivientes y luego se inventarán otro para enlazar con el
nuestro, no deja de ser una maquiavélica maniobra de distracción
para salvaguardar sus propios intereses, abusan de la propia
naturaleza de la ignorancia para retroalimentarse, a veces viviendo
incluso de las rentas de algo bueno que ellos mismos prostituyen al
uso. No caeré. Qué curioso que se utilice la misma técnica que
George Orwell empleó en su novela 1984 y en la que se inspiró John
de Mol para crear Gran Hermano, casualidades del destino han hecho
que la propia dependencia haga permanecer atados al sofá durante
todo el año a mucha gente aislada de su propia realidad y viviendo
en una sociedad distópica donde se manipula y se vigila toda la
información. Te atraen, caes y te enganchas. Luego no puedes vivir
sin ello. En la tergiversación de las personas radica la trampa, en
su autenticidad la búsqueda de aquella verdad que un día del año
dos mil a otros sí nos enganchó.
Solo tengo
palabras de agradecimiento por haber cuidado de este rincón y haber
contribuido a que podamos vivir Gran Hermano desde la perspectiva que
más nos une, desde las divergencias o desde la coincidencia pero
siempre desde la libertad y el respeto a la naturaleza del blog. Os
aseguro que no pido más, ni quiero más. No ha sido fácil como
nunca lo es, pero sí alentador el ver que día tras día nos ha
superado hasta la propia estadística, habéis hecho de este sitio un
lugar maravilloso donde hablar del programa que nos gusta, donde
debatir y reflexionar, un lugar de encuentro donde desahogar nuestras
filias y fobias, nuestros estados de ánimo o solo donde leer o
escribir. No puedo nombraros a todos porque todos lo habéis hecho
posible, permitidme que agradezca particularmente a las personas que
me han ayudado con sus entradas de fin de semana y que han
contribuido con su esfuerzo a que el blog permaneciese vivo hasta los
domingos, Choco, Mayra, PK, Jacaranda... gracias por vuestras
aportaciones. A todos, absolutamente a todos, gracias por todo.