El acierto en la contratación de
la empresa que lleva el túnel del terror en el Parque de Atracciones
de Madrid sirvió para entretenernos un rato, no estuvo mal la puesta
en escena de los dos recorridos elegidos y por el que los
concursantes, bien de manera individual o en pack accedían a través
de unas casi obligadas puertas a elegir. El montaje y el argumento de
la temática no serviría no obstante para tapar todo lo que escondía
una gala envenenada que ya traía intención desde su propia
preparación. Aparentemente una gala divertida con momentos duros,
hilarantes y bien fotografiados. Por fín se prescindió de los
clásicos tartazos y del pasteloso líquido de la época de los
chiripitiflaúticos y se centro en ambientar un recorrido repleto de
sobresaltos que los concursantes resolvieron de muy diferente manera.
La entrada con el encuentro con Raquel y la salida con Mayte en el
jardín añadió interés al recorrido y estuvo bien pensado. Sofía
después de haber visto a Raquel, por ejemplo, le sirvió para que ni
el mismo demonio ya le pudiese hacer efecto alguno. Lo de Mayte
escondida detrás de la butaca del jardín y salirle gritando una vez
considerados a salvo tuvo su puntazo, por momentos no supe distinguir
donde estaba realmente el peor de los miedos, si en el recorrido, en
verle la cara a Raquel o en el encuentro con Mayte. Hubo para todos
los gustos.
Como decía, una cosa no esconde la
otra. Por desgracia nos estamos acostumbrando en exceso a vivir dos
tipos de Gran Hermano en paralelo, el que nos cuentan y el que
sufrimos en nuestras propias carnes. El problema radica en la
distancia cada vez mayor que los separa y que por contra nos sentimos
a veces impotentes de poder acercar. Habrá claro quién diga que
como todo en esta vida será cosa de interpretaciones y el recurrente
la risa va por barrios. Sin duda. Pero habría de convenir que no es
de recibo que dos días antes nos ofrecieran unos porcentajes
empatados técnicamente entre las dos finalistas para la repesca,
mientras todos sabíamos que la diferencia entre una concursante y
otra era abismal, no solo lo sabíamos sino que lo advertíamos, y
anoche nos mostrasen precisamente esa suculenta diferencia.
¿A qué
jugamos?. Ya no se trata del nombre, todos lo sabiamos a tenor de la
única y no poca información que se tiene, sino incluso de los
movimientos sospechosos que se trataron de llevar a cabo para al
final volver al mismo sitio. El secreto de las votaciones es el único
arma del que se dispone, y no es poco, pero hoy día y en pleno
siglo XXI, en plena era de las comunicaciónes no es suficiente. Hay
que hilar muy muy fino para tratar de ocultar un secreto a voces que
no se cansaron de repetirnos hasta en seis ocasiones de una decisión
que casi un millón de personas había tomado. Y además gratis.
Lo de menos es el resultado. Lo peor es
la falta de credibilidad cuando los datos de que se dispone son
tantos y tan evidentes. Pero ya nos hacemos mayores y nuestra
inmunidad va in crescendo ante ciertos tipos de tropelías. Una
sonrisa y a otra cosa mariposa. Lo más triste de todo es que una
inmensa mayoria supiera desde incluso antes mismo de convocarse la
repesca que se iba a convocar, para qué se iba a convocar y quien
iba a entrar, porqué y para qué. Eso es lo más triste de todo.
Bueno, eso no. Lo más triste de todo es el argumento que se esgrime
a base de mentiras y cuentos chinos y la osadía encima de
responsabilizar de todas esas mentiras a la propia audiencia.
Es muy propio de ignorantes saber que hay
veces que cuando uno escupe hacia arriba según la ley de gravedad
el escupitajo les puede caer en la misma cabeza y dejarles
salpicados. Lo mejor que a pesar de todo le pudo pasar anoche a Gran
Hermano es que se confirmase el escándalo y entrase Raquel como era
su expreso deseo. No saben hasta qué punto una tropelía de
semejante calibre le pudo venir bien a esa audiencia defenestrada y
hasta qué punto el ridículo en que ellos mismos se han metido les
puede hacer escupir para arriba.
Ya no hablamos de esencia, ni de
matices, ni de las propias normas que ellos mismos se inventan y
desinventan, hablamos de cordura, de frialdad hasta de sentido común
me atrevería a decir, no son los abucheos consentidos o el daño que
se le puede estar haciendo a los concursantes, se trata de justicia
con la propia historia, Raquel, a los cinco minutos de estar nombrada
repescada oficial por el programa ya debiera estar automáticamente
expulsada sin dilaciones por introducir información del exterior y
querer condicionar el concurso con el consentimiento de quien la ha
metido. Eso es una cosa, otra cosa es lo otro, que llevase órdenes
expresas de que tuviese carta libre y entonces tuviésemos que dejar
de llamar Gran Hermano a lo que estamos viviendo.
Es la realidad, no os confundáis, mi
realidad de lo que estamos viviendo, lo cual no implica que tengamos
que renunciar a lo que nos gusta y defendemos. Y voy a seguir
defendiendo momentos como el que presencié anoche ante la altaneria
y “supuesta valentía” de una Amanda venida arriba en las
nominaciones ofreciéndose voluntaria a cargar sus razones sobre una
Marta que le dió un zasca en toda regla y que me hizo reconciliarme
con el Gran Hermano que quiero vivir... “Nomino a Amanda con tres
puntos porque la veo muy subida del verbo subir” “... y con dos
puntos la volvería a nominar a ella, pero como no puedo”. Sublime.
Como sublime fue la nominación de Aritz y su argumento para Ricky:
“lo nomino con tres puntos porque él es más como un orangután y
yo más como mono titi”. Como sublime fue el recorrido de una Sofía
asustada tras verle la cara a Raquel, y ante la pregunta del súper
responder con toda la frialdad del mundo “¿Miedo yo? después de
ver a Raquel ya nada me da miedo”.
Como espectacular fue el
recorrido de los nominados y la bofetada de realidad que nos hizo por
momentos hasta preocuparnos y pasarlo mal por como lo estaban pasando
Niedzela y Carolina, a quienes la ejecución de la sentencia de
expulsión ni les inmutó, casi diría que Carolina lo estaba
pidiendo a gritos en ese momento, “lo que sea, pero sacarme de
aquí...”. El mariposeo de los brazos de Han y no saber donde
esconderse ante la cara de perplejidad de Aritz tampoco tuvo
desperdicio, como no lo tuvo la vulgaridad obscena vestida de gracia
de un Ricky más asustado en realidad que sus propios compañeros, o
la ciencia cierta vertida de un Suso cagado literalmente
confesándole a Mayte: “¿valiente? Los cojones, yo lo que soy es
una gallina...”
No me digáis que no fue sublime...
este otro Gran Hermano.