LUCÍA, PAULA Y OMAR

    Todos teníamos muchas dudas, yo el primero, pero reconozco que ha sido una gala brutal. Hacía mucho tiempo que no vivíamos una gala que en nada se pareciese a otras galas, si no llega a ser porque han nominado cualquiera diría que estábamos viendo Gran Hermano y que era jueves por la noche, porque a mí por lo menos, me hizo durante unas horas perder absolutamente la noción del tiempo. Lo mismo mañana tengo que venir a desdecirme de todo cuanto escriba hoy aquí, y empezar a recordar otras historias que por desgracia nada tuviesen que ver con ese Gran Hermano que a todos nos gusta. Anoche todas las previsiones, dudas, carpetas, guiones y esquemas saltaron por los aires para dejarnos durante un buen rato disfrutando de esa esencia que últimamente tanto hemos echado de menos.

  Construida sobre los cimientos de una trama cualquiera, un capítulo más de cualquier guión apresurado nos disponíamos a vivir la entrada de un nuevo concursante, lo habíamos visualizado muchas veces con el deseo que se cumpliera y recelábamos de que metieran a la ex de Omar para que explosionase una atragantada carpeta que presumíamos agotadora, otra más y ya estábamos cansados. Parecía la excusa perfecta, poco original y más de lo mismo. Escépticos nos apresuramos a dudar cuando nos llegó la confirmación de lo que más o menos se esperaba. Fue como un murmullo generalizado en contra de lo que nos iba a deparar la noche, las críticas no se hicieron esperar y las redes sociales echaban humo despotricando de la idea. Empezamos la gala con una idea ya preconcebida pero manteníamos la expectación para ver todas las reacciones, sentíamos curiosidad.

   Sin querer y casi sin darnos cuenta nos vimos metidos de lleno en la más profunda de las esencias. Nuestros ojos no perdían la vista de la pantalla, nuestros oídos no querían perderse ni una sola palabra de lo que se estaba diciendo, nuestras expectativas se fueron diluyendo como por arte de magia para meternos de lleno dentro de su propia piel. Como en los mejores eventos, desmenuzábamos cada gesto que nos iba apareciendo en cualquiera de las ventanillas, analizábamos cada movimiento y cada paso que se daba, íbamos desde plató hasta la casa en cada conexión sin querer perder ni un solo segundo de lo que pudiese suceder, todos estábamos listos para ver las primeras reacciones y ver lo que iba a ocurrir. Eso era lo que creíamos que nos estaba pasando... pero no era verdad.

   La verdad era que desde el primer momento que apareció Lucía en nuestra pantalla, dejamos de pensar eso para empezar a pensar otras cosas muy distintas. Dejamos de lado todo lo anterior para meternos de lleno dentro de ella, la observábamos como nunca antes habíamos observado a ningún otro concursante. Pronto nos envolvió y nos mimetizamos, nos pusimos en su lugar sin dejar de mirarla. Nunca el ojo de Gran Hermano tuvo tanto trabajo y nos representó tan bien como lo hizo anoche. No era lo que ella decía ni lo que nos avisaba que iba a hacer, éramos nosotros los que actuábamos sin querer a través de ella. Nunca nadie pudo recibir tanta presión desde este lado ni tanto consejo de lo que debiera hacer, nos encandiló su presencia, nos llamó la atención su seguridad y nos embriagó con su frescura. Todos pensamos en Omar, y muchos de nuestros dardos ya se apresuraban a apuntarle a través de ella, habíamos depositado nuestra confianza y nos tranquilizó su madurez. Respiramos y pensamos que todo iba a salir bien, desde casa la mayoría teníamos sensaciones positivas, buenas vibraciones. Nos transmitía una seguridad pasmosa y contagiosa.

   Creo que no defraudó a nadie. Entró en la casa decidida y muy entera después de habernos dicho en plató que estaba muy nerviosa. Se le veía impaciente, un poco apresurada para que todo sucediese lo más rápido posible y antes de que se diera cuenta se encontraba frente a frente conociendo a Paula que acababa de venir del confesionario y departiendo en un primer momento de forma amigable. Paula no reaccionó hasta pasados unos minutos, ella la observaba y estudiaba cada palabra, cada gesto. Paula en un primer momento nos sorprendió a todos con una naturalidad que pocos conocíamos, aún no era consciente de todo. Lucía no pudo tener mejor recibimiento, creo que fue la primera sorprendida, pero solo fue un espejismo. Paula poco a poco recobró la conciencia y empezó a percatarse de los fantasmas que revoloteaban por su cabeza. Su tono empezó a volverse menos amistoso y empezó a desconfiar, su voz le cambió y comenzó a sentirse presionada. La presencia de Lucía la incomodaba, pero más lo hacía el no saber, el no saber cual sería la reacción de Omar.

   Perdió todas las nociones juntas de golpe e intentó disimular marcando su propio territorio poniendo distancias. Lucía intentaba tranquilizarla, nada iba con ella le insistía, pero Paula no la creía, a esas alturas y aunque intentaba controlarse ya estaba fuera de sí, por momentos su respiración se volvió más agitada y sus palabras más violentas, casi amenazantes. Sin tregua alguna salvo la indispensable para poder contener la respiración y sin orden de continuidad apareció Omar. Paula se echó unos metros hacia atrás, Lucía se agitó, sonrió de manera nerviosa y se saludaron. Omar no reaccionaba, el encuentro fue más inesperado de lo esperado, Omar se bloqueó y empezó a andar de un sitio para otro, balbuceaba, flipaba, movía la cabeza de un lado para otro y sonreía de manera forzada. No se lo podía creer.

   Eso fue lo que vimos nosotros. Ellos vieron otra cosa muy distinta. Tres mundos que por momentos se derrumbaban cayéndose a sus pies, cada uno tenía sus razones. Es difícil de explicar, un torbellino de sensaciones encontradas que volaban por sus mentes, el tiempo paralizado y sin saber que hacer ni que decir. La tensión iba por dentro, Paula era rabia contenida, Omar un mar de dudas y Lucía el desconcierto. Los tres mostraron entereza, Paula desfallecía por momentos y Lucía aguantaba los ojos clavados de un Omar estupefacto. No eran concursantes, eran personas y el destino les había guardado ese trágico momento. Para nosotros mágico porque no veíamos ninguna regla establecida, se desnudaron los tres y asistimos en directo a un desgarro de emociones en toda su crudeza. Todo parecía real. Después llegó la tele y se pusieron a hablar, a compartir sus pensamientos con los demás y poder asimilarlo todo. Pero eso fue después, lo que habíamos vivido antes, era la esencia de Gran Hermano... ellos lo sufrieron y nosotros estábamos allí.