LA PRIMERA ESTACIÓN

  De madrugada hubo una escena en la que todos juntos dialogaban acerca de cosas sin importancia, de todo un poco, cosas banales que apenas a nadie llamarían la atención, no era el sentido de las cosas que decían sino el momento, justo antes de que el billar lo entorpeciera bruscamente y me llevara de nuevo a la otra realidad. Durante pocos minutos percibí un olor a despedida, esa sensación de tránsito del que acompaña a quien ha de coger el próximo tren y mientras se acerca la hora le rodeamos para hacerle compañía, y nos inventamos a veces cosas absurdas para mantenerlo entretenido y no dejarlo pensar, o quizás no dejarnos pensar.  Ese disimulo absurdo que te aleje de lo que de verdad estás sintiendo, y sonríes y aparentas normalidad para de vez en cuando no poder evitar mirar a lo lejos  del andén en ese punto oscuro por donde ha de venir el tren, o cuando nervioso y sin que nadie se de cuenta miras el reloj  deseando que no avance más,  aunque en el fondo sepas que ese fatídico momento que quieres detener y no sabes como… llegará. 

  Y llegará a pesar de todo. Ellos hablaban  de cosas de fuera, de sus vidas, de sus costumbres y también de las cosas que les habían pasado en la casa, de recuerdos,  de lo que habían vivido y de otros compañeros que ya no estaban.  Quizás solo fuese un segundo, un  momento justo antes de que alguien dijese aquello de “nos hacemos un billar” y uno irremediablemente empezara a desviar la atención en otras cosas. Es lo que tienen los momentos, que a veces son muy breves, aunque suficientes para hacerte pensar que hay cosas que como casi todo se acaban, y esa sensación fue la que me hicieron vivir, por un solo segundo.

  Ya  es pública la despedida, nos trasladamos por ese túnel del tiempo y regresamos a la realidad. Uno se irá como siempre y solo quedarán seis. Inevitablemente y a través de ese agujero negro que veíamos al fondo lo veremos aparecer, dirigirse hacia nosotros y de pronto parar enfrente, enorme, gigante. Es cuando el tiempo parece acelerarse, los pensamientos dejan lugar a las prisas, lo llevas todo pregunta alguien, no te olvides de no se qué oyes que  aconseja otro, todo parece suceder de golpe y apresurado, como si tuviésemos prisa en subir aunque luego permanezcamos sentados bastantes minutos más, es igual, no puedes evitarlo y aunque permanezca parado siempre tienes la sensación de que se va y de que no quieres dejarlo marchar. Sentado ya estás más tranquilo, y entonces es cuando los ves a través del cristal y les sonríes, apenas les oyes, ellos tampoco hablan, solo te miran, ese silencio que antecede a toda despedida y que impide brotar palabra, sin saber lo que decir, como si ya lo hubieses dicho todo.

  Y así es.  Uno se irá como siempre, y luego se irán dos más en el próximo tren. Aún no sabemos quien, lo que sí sabemos es que no tardará mucho, solo el tiempo suficiente para sacar los billetes, unos billetes que ya parecen picados aunque nadie lo sepa y se guarden bajo secreto. Hay seis. Y de esos, dos para el próximo. Los otros pueden esperar unos días más, podrán seguir disfrutando. El tiempo apremia y ya nada será igual. Las estaciones a veces impiden dar marcha atrás. Quién los cogerá, de quién serán, nadie aún lo sabe. Esta noche saldremos de dudas.

  Elegiremos, hay que elegir. De seis, dos y no hay tiempo para pensar. Será todo muy apresurado, ese es el peligro de esos dos billetes envenenados, que apenas te dejarán pensar. Luego, los otros cuatro ya veremos. Decía Samael que no era lo mismo y es verdad, no es lo mismo. No se puede elegir, hay que decidir. Hay que decidir quién se queda y quien se va, es definitivo y por tanto no valen las estrategias. Se vota a ganador, simplemente eso  aunque nos lo escondan. Tendremos más oportunidades, pero la de hoy es única y casi definitiva. No hay quinielas, quizás Nacho de los seis y poco más. No se puede ir en contra de nadie, si alguien decide ir contra Susana o contra Igor no lo podrá hacer.  Apenas les va a afectar, perjudicará a otros pero no a ellos. Se podrá subir a Raki en todo caso pero nada más. Ambos tienen los billetes picados, el resto se desconoce. La duda estriba entre Álvaro y Desi, y esa va a ser difícil de resolver. No hay más.

  Cada uno va a votar al suyo sea quien sea el elegido, es lo más justo. Esta edición ha sido extraña desde el principio, ha sido injusta, pero hoy no.  Hoy es la fuerza la que prevalecerá ante todo, el poder no lo establecen ellos que solo les queda esperar, como en esa estación. Salvo sorpresas todo está decidido, ya no hay elección, no valen ya los argumentos ni la trayectoria, ni el caernos mejor o peor, todo está sentenciado. Solo resta esa fase de convencimiento con el que aderezar esa fuerza y hacerla notar, no serán ellos los elegidos sino nosotros, ellos solo nos representan. Hoy no ganarán ellos ni perderán, sino nosotros, quien seremos los depositarios de esos billetes a falta de picar, solo se los entregaremos para coger el tren, nuestro tren.

  Me temo que ya de nada sirven los debates, solo son apuestas, ese vértigo a veces inconcluso en el que se nos ha metido casi sin querer. Quedarán cuatro días pero eso será otra historia, otra estación,  otro tren. Aún vemos el agujero negro, pero intuimos el sonido, lo percibimos y como en esas esperas de estación ya empezamos a ponernos nerviosos, ya nos entran las prisas, tenemos la sensación de sentir como que se acerca y sin embargo aún quedan algunas horas. Pero lo sentimos. De eso no hay duda.