¿Por qué ha podido Gran Hermano
mantenerse en antena durante dieciocho años?
Es una pregunta muy sencilla que nos
lleva a una respuesta muy compleja. Tanto, como la propia historia,
su propia historia. En realidad, hoy en día, no sirve para mucho. Si
acaso, como la Historia misma, para conocer, para interpretar y
porqué no, para saber de dónde venimos y hacia dónde nos
dirigimos. Así se escribe la Historia. Y así se debería estar
escribiendo Gran Hermano. Es cíclica, y podríamos dividirla en
etapas, o en eras, en siglos o en ediciones.
Pero todas tienen algo en común que
sirve, entre otras cosas, para poder diferenciarlas. Hace cinco
ediciones, la expulsión disciplinaria de Argi Gastaka, supuso,
dentro de la Historia de Gran Hermano, un punto de inflexión. Hasta
entonces, la audiencia siempre había sido soberana, todo un clásico,
y de una forma u otra, directa o indirectamente influía,
participaba, guiaba el pensamiento de los arquitectos del programa.
Cada edición se hacía pensando en ella, de qué manera podría
gustar más o menos una prueba, podía influir su voto, o sus
críticas... y se le tenía en cuenta. Era una parte más, de todo
aquello que conformaba cada edición, la historia de cada edición.
Tras una de las injusticias más
sonadas y disparatadas que jamás se hubieran podido ver en la
historia de la televisión, la cadena decidió para amortiguar las
críticas, mirar hacia otro lado y seguir adelante como si nada
hubiese ocurrido. Como por arte de magia, se esfumó, desapareció de
escena sin una mínima explicación, una mísera entrevista o una
nota aclaratoria. Y Gran Hermano siguió.
La audiencia había dejado de ser
protagonista del reality. Dejó de formar parte de sus decisiones y
de sus discusiones. Se le cambió el formato al Debate que hasta
entonces, había servido de salvavidas “de jueves a jueves” como
acertadamente había bautizado a la semana una bloguera conocida y se
utilizó para reafirmar la nueva política de decisiones, se expulsan
a los que entienden del programa y se rodean de pelotas que velen por
la empresa a cambio de un efímero protagonismo. Se les hincha de una
engañosa popularidad y se les eleva a la categoría de “expertos”
en GH.
Se añade otro círculo más a la
distancia entre concursantes y público. Productora con el súper a
la cabeza, siguiendo directrices de la cadena y en connivencia con el
presentador de turno. Primer anillo; colaboradores inflados de
popularidad y programas satélites, al que habría que añadir a unos
cuantos “pelotamaníacos” que se encargan de aplaudir con las
orejas todo cuánto se hace y encargados de contrarrestar críticas
negando las evidencias, justificando errores y ensalzando hasta el
infinito cualquier cosa que se haga, sea mala o buena. Estómagos
agradecidos a cambio de notoriedad con algún blog o alguna mención.
Segundo anillo.
Y luego, la audiencia.
Un caramelito para llevarse a la boca.
Seguidores fieles que, contra viento y marea, siempre están ahí,
perdonando lo imperdonable, pasando por alto errores y tragando todo
cuanto les cuenten, están para lo que están, engordar audímetros,
share social y hacerle publicidad.
Es la última era de la Historia. La
más inmediata, la más reciente.
En que “tres putas llamadas”
pusieron fin a un ciclo. El descrito anteriormente. Han sido cinco
ediciones en que la audiencia ha estado anestesiada, enredada en sus
cantos de sirena a cambio de sus migajas, si os portáis bien, os
daremos vuestra ración. Surrealista.
Hoy llora Gran Hermano. ¿Hoy llora
Gran Hermano?. Nadie se explica nada, ni los concursantes, ni la
cadena, ni los espectadores. Los colaboradores los dejo aparte,
cumplen perfectos su papel ya que están bien adiestrados y
alimentados.
No pasa nada. Sólo es un cambio de
ciclo, como en la Historia. Cuando se airee el tufo a basura que se
le escapó a la cadena a través de las puertas de Sálvame, su buque
insignia, y entró sin darnos cuenta en el plató de GH, todo volverá
a ser como antes. Cuando desciendan de los cielos aquellos que,
angelitos, ascendieron por obra y gracia de, en fin, ellos sabrán.
Cuando GH, resurja de la propia basura en que le han metido, de
entre sus cenizas de mierda y se lave con ese gel primoroso llamado
esencia, cuando se desprenda de la vanidad, de la soberbia, la
incompetencia, el abuso, la mentira y la manipulación con que lo han
impregnado y se refresque de autocrítica, sentido común y un
poquito de humildad, quizás, solo quizás...
Podremos empezar otra Historia.